En el debate sobre la tortura que llevó a cabo la CIA se hace hincapié en los ‘beneficios’ que dicha tortura habría proporcionado a la seguridad norteamericana. Pero otros aspectos urgentes y cruciales sobre la tortura son totalmente ignorados.
En primer lugar, el Comité de Inteligencia del Senado examinó únicamente a la CIA y es muy probable que sólo parcialmente. Este informe es entonces solo la punta del ovillo. Después de todo, este debate fue impulsado por las torturas que tuvieron lugar en la prisión de Abu Gharib hace unos diez años. La prisión estaba bajo el control de los militares, no de la CIA. Diferentes agencias gubernamentales, la CIA, los militares y otros, tenían y puede que aún tengan, un número de cárceles clandestinas en el mundo. Las cárceles clandestinas son, por definición, lugares donde las torturas y las ejecuciones tienen lugar.
En segundo lugar, las leyes internacionales prohíben la tortura para proteger antes que nada al inocente. El informe señala que el 21 por ciento de los detenidos en los centros de torturas de la CIA eran inocentes. Dos informantes también fueron encarcelados y torturados ‘por error’. Parece seguro que muchos más inocentes fueron encarcelados y torturados.
En tercer lugar, todo parece indicar que existe un alto nivel de corrupción en conexión con estas actividades. El contrato de la CIA con una compañía formada por dos psicólogos que asesoraban a la CIA sobre tortura ascendió a más de $ 180 millones. Estos contratistas recibieron $ 81 millones antes de la terminación del contrato en 2009. Además, en 2007, la CIA acordó una indemnización multianual para proteger a la empresa y sus empleados de las responsabilidades legales que surjan debido a la implementación del programa de tortura. Como resultado, la CIA ha pagado más de $ 1 millón por este concepto.
En cuarto lugar, los terroristas están preparados para la tortura. Cuando son arrestados, la organización a la que pertenecen generalmente implementa cambios para que cualquier información comprometida pase a ser inservible. Además, la tortura puede hacer confesar a un sospechoso, sea o no inocente, ¿cuál es entonces la utilidad de tal confesión?
Finalmente, la superioridad moral que Estados Unidos ha venido reclamando se ha desmoronado por completo. En el futuro, ningún presidente de los Estados Unidos podrá recitar lecciones sobre derechos humanos a otros jefes de estado sin hacer el ridículo.