Algo más que armas de fuego!

(Article also in English)

Hay 90 armas de fuego por cada 100 personas en los Estados Unidos. Hay unos 700 millones de armas de fuego en manos civiles en el mundo, la mitad de ellas en los Estados Unidos. Muchas armas vendidas en Estados Unidos están prohibidas en la mayoría de los países desde que tales (poderosas) armas no tienen nada que ver con el deporte. Controles sobre la posesión civil de armas se aplican estrictamente en la mayoría de los países, no en los Estados Unidos. Más de 30.000 personas mueren cada año como consecuencia de disparos de armas de fuego en los Estados Unidos. En el Reino Unido, por ejemplo, 20 personas o menos mueren al año por la misma razón.

Sin embargo, creo que los asesinatos que presenciamos en Estados Unidos no son sólo consecuencia de la liberalidad con que se poseen y portan armas de fuego. Son el resultado de una combinación mortal: la cultura de las armas y la cultura de la violencia.

Las personas poseen armas en muchos países por muchas razones. En Estados Unidos existe la cultura de las armas. Ellas son muy estimadas, muy …. amadas. Es común que se las coleccione. Muchas, muchas personas sienten la necesidad de tener y hasta portar armas. Se suele justificar el amor por ellas. Es muy común escuchar “tenemos armas para protegernos”. ¿De quién? ¿De criminales profesionales? Las armas no son suficientes, es más suelen crear más problemas. Para eso está la policía. “Necesitamos armas para protegernos del Gobierno”. ¿Qué? ¿Se está pensando en luchar contra la policía, el ejército y otros organismos encargados del Estado? “Es necesario proteger nuestros derechos constitucionales a tener armas”. ¿Realmente? ¿Por qué no se cambia la Constitución y listo? Después de todo es demasiada antigua y no obedece a las necesidades de una sociedad moderna. La segunda enmienda Constitucional que establece el derecho a portar armas fue escrita por personas que poseían a esclavos. En ese momento, los derechos no eran aplicables a negros, indios y mujeres. Fue producida por una sociedad rural. Las armas de fuego eran las más poderosas herramientas de combate en el momento de la segunda enmienda. Ahora hay bazucas, pistolas automáticas, bombas atómicas. ¿Tenemos el derecho de tener tales armas? Después de todo también son armas. A la cultura de las armas la promueve sistemáticamente una industria muy lucrativa que vende miles de millones por año. También la impulsan algunos países que exportan armas a los Estados Unidos (esos mismos países no se atreverían a vender internamente algunas de las armas que exportan a los Estados Unidos, no tan liberalmente al menos).

EEUU también sufre a raíz de la cultura imperial de la violencia. Es común escuchar a políticos y comentaristas discutir la necesidad de “matar a nuestros enemigos”. La justificación de la tortura como una herramienta legítima de lucha contra los terroristas (y otros enemigos) también es parte de la cultura de la violencia y se discute sin muchos reparos. La TV, las películas, la radio todos adhieren a la violencia como una forma normal de ocuparse de cuestiones sociales y políticas. La promoción de los militares como los verdaderos héroes de la sociedad, al parecer los únicos en el discurso público, es también una manera menos que sutil de promover la cultura de la violencia. La pena de muerte aplicada en los Estados Unidos, no en ningún otro país desarrollado, es una expresión de la cultura medieval de la violencia. Se debe señalar que los derechos constitucionales que se aplican tan estrictamente para vender millones de armas y municiones no parecen haber llegado a miles de manifestantes de Occupy Wall Street, que fueron objeto de una dura represión en Nueva York y Oakland, tal vez excediéndose de las órdenes dadas por las autoridades legales.

Los repetidos asesinatos de los que somos testigos no son sólo el resultado de “algo diabólico”.  Esa es una explicación muy estúpida para un problema generalizado, repetido. La cultura de las armas y la cultura de la violencia son cuestiones públicas que requieren de políticas públicas adecuadas que lleven a cambios sociales profundos!