La reestructuración de la deuda llevada a cabo cuando Kirchner era Presidente y Lavagna Ministro fue un logro histórico de ese gobierno. Como las deudas soberanas no están sujetas a una ley de quiebras o restructuración judicial, el camino elegido era el único posible. La deuda existente, que contenía altísimas tasas de interés, era insostenible. La cancelación de la deuda al FMI, también llevada a cabo por otros países, fue una medida positiva.
Siempre podrán encontrarse, ex post, mejores maneras de haber hecho lo que se hizo. Pero eso no hace a la esencia del problema. Nadie actúa con conocimiento del futuro. Los acreedores que no entraron en la restructuración ya dejaron de serlo en su gran mayoría desde que los títulos que poseían fueron comprados por fondos especulativos que buscan ganar millonadas con un juicio donde la ignorancia de los jueces o su debilidad por los dólares puedan jugar un papel determinante en las decisiones. La deuda restructurada tiene jurisdicción en Nueva York, como la original. No era realista querer cambiar tal jurisdicción en el momento de la restructuración.
El gobierno desea efectuar un nuevo canje de la deuda para tentar a los fondos buitres a resolver el problema definitivamente y cambiar la jurisdicción de todas las deudas. No se le será fácil hacerlo. Las circunstancias políticas no son las mejores. Desde ese punto de vista se pueden tener reservas tácticas sobre la propuesta del gobierno. Pero no he visto ninguna propuesta mejor. Las críticas que he leído son oportunistas y, en el mejor de los casos, infantiles. Si la oposición aspira a ser gobierno, es mejor que le desee éxito al gobierno en este intento.
Es bueno recordar que el fallo de la Corte en Nueva York pone en peligro a muchas reestructuraciones de deudas de otros países. Prácticamente todas las deudas restructuradas tienen jurisdicción en Nueva York. De quedar efectivo el fallo de la Corte neoyorquina se abriría una caja de pandora. Muchos acreedores reclamarían lo mismo. El mercado financiero sufriría muchísimo. Por eso el gobierno de EEUU, el FMI, el sector financiero mismo están muy temerosos de que este fallo quede efectivo cuando dictamine la Suprema Corte de Justicia de los EEUU. Paradójicamente, los que están preocupados no simpatizan en absoluto con el gobierno argentino.
Quizás la Suprema Corte actúe con realismo frente a deudas soberanas no sujetas a la ley comercial sobre quebrantos y restructuraciones financieras. Pero eso es algo improbable desde que la Corte está controlada por sectores muy conservadores. Finalmente, el mercado de Nueva York es todavía el más importante del mundo. Pero el sistema jurídico americano dista de ser el mejor. Es al menos cuestionable fijar jurisdicción en un país que es por lejos el mayor deudor del mundo y que está a punto de entrar en “default” simplemente por rencillas políticas internas.