Nos debíamos aquel viaje. Habíamos visitado Italia muchas veces pero nunca estuvimos en el lugar de los abuelos de mi esposa, un pueblito perdido en la montaña. Después de unos días en Roma partimos hacia el lugar: Castiglione Messer Marino, a cuatro o cinco horas de viaje en colectivo, entre Roma y Pescara; esta última una ciudad balnearia sobre el Mar Adriatico.
Disfrutamos del viaje en colectivo, un vehículo tan moderno como veloz, guiado diestramente por un chofer qua parecía conocer a todos los pasajeros, salvo a nosotros claro está. A medida que se alejaba de Roma el paisaje se tornaba mas verde y montañoso. Los pasajeros subían o bajaban en lugares que no parecían obedecer a normas rígidas. El conductor saludaba a todos. Alguien se levantó de su asiento y el chofer, con prontitud, detuvo la marcha. No desciende? preguntó. Al recibir una respuesta negativa demandó algo enojado: allora perché si alza ….(entonces porque se levanta de su asiento?) Era para saludar un amigo que pasaba, le respondió el hombre algo avergonzado. Eso parecía una discusión de familia. Me sentía como viajando desde Salta a Cerrillos en los viejos tiempos de mi adolescencia.
Después de cambiar buses, y navegando entre montañas y pueblitos muy prolijos llegamos a Agnone, el pueblito cercano a Castiglione, donde “acamparíamos”. Agnone queda a solo catorce kilómetros de Castiglione, separados por un camino serpentina que requiere de un volante experimentado. El nuevo camino alternativo, mas directo, estaba imposibilitado desde hacia un tiempo por un problema que la burocracia y el presupuesto prolongaban, según nos protestaron los locales.
Agnone, pequeño, tradicional ya era un anticipo de Castiglione. El Teatro Italo-Argentino proclamaba su presencia, aunque en esos días no funcionaba.
El único taxi del pueblo nos llevó al otro día a Castiglione. El pueblo estaba allá, arriba, atrapando el cielo. Comenzamos a caminar por las antiguas calles ni bien llegamos. Un viejo comedido salió al encuentro; cuando supo que éramos argentinos se puso más locuaz. El apellido de los abuelos de Susana abundaba por el pueblo. También había muchos Fangios (se pronuncia Fanyio en italiano). Sin demoras, nos hizo saber que ese mismo día, en el Municipio, habría un homenaje al Chueco a quien consideraban un hijo dilecto del pueblo, un hijo exitoso de un emigrante del pueblo que en la America llegara a campeón de Formula Uno cinco veces. Participarían del homenaje dos hijos de Fangio que habían venido de Argentina, especialmente invitados para el evento. Casualidad y buena suerte la nuestra.
Al llegar al centro del pueblo vimos el monumento a Juan Manuel Fangio, testimonio del orgullo lugareño. Nuestra presencia llegó a oídos de una señora argentina, resident en Castiglione que tenía mucho que ver con el homenaje. Estábamos invitados al acto y a la cena que le seguiría. Además, antes del acto nos invitaban a compartir con los Fangios y un núcleo pequeño. Teníamos suerte, alguna duda?
Gente sencilla, bonachona aquellos descendientes del ilustre deportista de las ruedas. Hablaron de Juan Manuel Fangio, el Chueco de toda la vida, de Argentina, de sí mismos. Eran hijos extra-matrimoniales cuya identidad se confirmó de pleno con el tiempo. Uno de ellos, Ruben, no necesitaba de la genética para ello: era un retrato envejecido de aquel héroe de las pistas al que asociaba mi niñez y la de tantos otros chicos de aquellas épocas lejanas, del cine en blanco y negro.
Linda ceremonia en el Municipio. La sala repleta. Después de los discursos, la Intendenta obsequió a los Fangios sendos pergaminos y alguna pintura; muchos aplausos. La gente se entusiasma con los homenajes en los pequeños pueblos, asi parece renacer el orgullo de la pertenencia.
Pude ver en una de las paredes una foto enorme: Fangio en medio de Perón y Evita. Se reconoce el apoyo importante que el gobierno de Perón brindara al joven Fangio.
Después comenzamos a indagar sobre quienes llevaban el apellido de los familiares de mi esposa. Los había de a montones. Eso si encontramos a una pareja que llevaban los apellidos de cada uno de los abuelos de Susana. Interesante pero inconcluso para determinar parentesco directo. Después de más de cien años los origines se bifurcan, parecen perder significado. Solo se agigantan los lazos culturales, la conciencia del origen.
Me escribí con uno de los Fangios. Su respuesta fue muy linda. Fue un viaje corto, me dijo, pero ya extrañaba mi terruño de siempre, mi familia y mis nietos. Me sorprendió Ud., agregó, que después de tantos años en Estados Unidos no perdió su acento salteño, inconfundible. Se ve que lo lleva muy adentro, concluyó transfiriendo una nostalgia que resuena.
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En el centro de Agnone
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Teatro Italo-Argentino en Agnone
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Monumento a Fangio en Castiglione
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Castiglione Messer Marino
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Los Fangios y nosotros
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La foto de Juan Manuel Fangio con Perón y Evita en el Centro Comunal de Castiglione