Eureka!

Que se van a quedar como osos invernando en Washington esta Navidad. Vengan con nosotros a Eureka y se divertirán mucho! Insistió mi hija, la menor de ellas.

Le hicimos caso. Pasamos unos diez días en el norte de California, incluida la localidad de Eureka, y despedimos el año fantásticamente.

Ya conocíamos algo: la parte centro y sur del estado de California, desde San Francisco hasta México, pero no el norte.

Y hay mucho, mucho por conocer en ese Estado. Sus cultivos, sus viñedos, sus variedades de nueces, su mar rugiente. Tiene muchísimas otras cosas más para mencionar. Sin dudas. Es el Estado más populoso de EEUU con casi 40 millones de habitantes; su superficie es un 40 por ciento mas grande que la de la provincia de Buenos Aires. Imposible apreciar y conocerlo en su totalidad. Además California tiene una gran riqueza cultural y humana. Con habitantes de los rincones más remotos de la tierra y muchos hispánicos, muchos hispano-parlantes. Casi todos los Californianos están familiarizados con el Español y muchos lo hablan así sea a medias.

Su geografía social y política es heterogénea; hay zonas muy conservadoras pero la mayor parte del Estado, sus ciudades, se consideran las mas avanzadas en  políticas sociales y de protección al medio ambiente. Al menos intentan, dicen. Por eso muchos estados vecinos, más conservadores, ven a California como un estado disruptivo, con mucha desconfianza.

Mi intento de descripción sería incompleto si no menciono el castigo permanente de sequías, inundaciones, incendios que mortifican California en forma peligrosamente regular. Pero de todos modos el estado atrae y concentra en él mucho de la industria de alta tecnología que hoy gobierna el mundo. Yo percibo en California un toque familiar que deviene de su pasado hispánico, mexicano. Después de todo California es el país del Zorro!

Pasamos mucho tiempo con los familiares de mi yerno, afincados ellos en Eureka. Gente buena y simple. Con las alegrías y problemas de todo el mundo. Eureka es una pequeña ciudad que obliga a sus habitantes a ser  más autosuficientes. La gente es más ingeniosa, industriosa. En la familia de mi yerno hay quienes restauran autos antiguos, edifican sus propias casas de madera (la manera de afrontar el terremoto amenazante). Todos con sus gallinitas, patos, jardines atractivos. En los lugares mas retirados llegan los zorros, los venados, y los osos. Los locales saben como neutralizar el daño de estos invasores y proteger sus animalitos domésticos. Los entrenados perros ayudan. A veces, me dijeron, pagan cara su osadía.

Uno de los primeros días de mi visita, nos internamos en un bosque de secuoya, debo decir con mayúscula de respeto, Secuoya. Confieso, aunque no se lo dije a nadie, que me entusiasmó la visita a Eureka principalmente para ver ese ser magnifico de la naturaleza. Un pariente de la familia, que escondía en su modestia un gran conocimiento y destreza sobre las cosas locales, nos orientó en aquella visita. Fue el broche de oro de mi paso por Eureka. El hombre explicó cada detalle de esos árboles, enormes, misteriosos: llegan a superar los 100 metros de altura, muchos tienen más de  mil años, otros más de dos mil y algunos pocos se calculó que superaron los tres mil años.  Se imaginan cuanta historia detrás de esos seres extraordinarios que entrelazan sus raíces poco profundas, unos con otros para lograr que la altura no quiebre el equilibrio y los derribe? Caminar entre las secuoyas es como sumergirse en la historia de los tiempos.

Las celebraciones en familia me refrescaron viejos tiempos de familia numerosas, provincianas. Todos respetuosos, de paciente escucha. Aunque, por suerte, algunas excepciones amenizaban con su simpático contraste. El Gordo era simplón, alardeaba su retiro como oficial constructor que había logrado trepar a lo más alto. Jugaba golf y como vivía en otra ciudad, algo al sur de Eureka, irradiaba un aire de superioridad que su barriga gigantesca acompañaba. Yo le seguía la corriente y me encargaba de hacerlo sentir importante. Cuando me preguntó si jugaba golf, le contesté que mi condición de tuerto eterno me alejó de ese deporte de caballeros. Además, me ocupé de aclarar, no podría afrontar los elevados costos de ese deporte de pudientes. Lo hice sentir rico creo. 

Otro comensal de la familia, mucho más joven, y con un nombre terriblemente familiar para los latinos, me habló de sus habilidades musicales. Su voz, que escuché a la sobremesa, no era horrible; no llegaba a tanto. Pero intentaba y era entretenido. Le ofrecí mis oficios para representarlo. Esto es, si se animaba a cambiar de ocupación. Pero no le aclaré que de ese negocio no entiendo un ápice.

Recibimos la Navidad con vino y pizza. Salieron exquisitas; hechas de a montones por Shelby, mi yerno. No se si Melissa, mi hija, ayudó en los menesteres.  Las había de todo tipo. Gruesas, delgadas, con cebolla, sin cebolla, más queso, sin queso, vegetariana, pecaminosas, veganas. Mi yerno, atento, se ocupó de que las vituallas me lleguen a destajo. Entre la pizza y el tinto desbandé mi dieta y el nuevo año me reclama descansar el diente. Como a media humanidad me temo.

La pasamos muy lindo en Eureka. A partir de ahora el nombre Eureka es más que la marca comercial de la tinta de escribir que mi generación usó algún tiempo, un lejano tiempo de caligrafía y tintas.

Mi hija Melissa  y mi yerno Shelby, en el hueco de una Secuoya

Con Susana y una enorme Secuoya 

Una noble Secuoya que cedió para mostrarse …..

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Sin palabras …….

Susana, mi esposa , mi yerno Shelby, mi hija Melissa y yo. Atrás el Océano Pacifico